11 de diciembre de 2007

“Se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre... pero ellos nada comprendieron” (Lucas 18:31, 34)


Dios llamó a Jesús a lo que parecía un absoluto desastre. Jesús llamó a sus discípulos a que lo vieran ser crucificado; guió a cada uno de ellos al lugar donde sus corazones serían rotos. La vida de Jesús fue un absoluto fracaso desde el punto de vista de todo el mundo menos de Dios. Pero lo que parecia un fracaso desde el punto de vista del hombre, fue un triunfo tremendo de Dios, porque el propósito de Dios nunca es el propósito del hombre. El llamado de Dios es como el llamado del mar que nadie lo escucha sino aquel quien tiene la naturaleza del mar en el. Las cosas no pasan porque si, pasan porque Dios las permite. Dios está trabajando en su propósito. Si estamos en comunión con Dios y reconocemos que El nos está llevando a su propósito, no trataremos ya más de saber cual es su propósito.
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