31 de agosto de 2010

Dulce fuego en mi corazón



La primera vez que yo recuerdo de esa clase interior de gran deleite en Dios y de las cosas divinas, eso que yo he vivido mucho desde entonces, fue al leer esas palabras en I Timoteo "Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios sea honor y gloria por los siglos de los siglos, amén". Al estar leyendo esas palabras, vinieron a mi alma, y fue como si hubieran derramado en ella, una sensación de la gloria del Divino Ser; una nueva sensación, bastante diferente de cualquier cosa que hubiera experimentado anteriormente. Nunca ninguna de las palabras de la Escritura me habían parecido como estas palabras lo hicieron. Pensé para mí mismo, que excelente era ese Ser!, y qué feliz debería ser yo, si pudiera gozar a ese Dios y ser arrebatado al cielo hasta Él; y estar como si hubiera sido absorbido en Él para siempre. Yo continuaba diciéndolo, y como si estuviera cantando estas Escrituras para mi mismo; y me fui a orar a Dios para que pudiera gozarlo a Él; y oré de una manera bastante diferente a la que estaba acostumbrado con una nueva clase de afecto.


Desde ese momento comencé a tener una nueva clase de comprensión e ideas de Cristo, y la obra de redención, y el camino glorioso de la salvación por medio de Él. Un sentimiento interno, dulce de estas cosas, por momentos, venía a mi corazón; y mi alma era conducida lejos en visiones placenteras y de contemplación. Y mi mente estaba grandemente comprometida a pasar mi tiempo en la lectura y meditación acerca de Cristo, en la belleza y excelencia de su persona, y la amorosa forma de salvación por la gratuita gracia en Él.


Y encontré de tiempo en tiempo una dulzura interior que me elevaba en mis contemplaciones. Esto yo no sé cómo expresarlo de otra manera, que como una quieta y dulce abstracción del alma de todas las preocupaciones de este mundo; y algunas veces una especie de visión, o ideas e imaginaciones de estar solo en las montañas, o en algún paraje solitario, lejos de toda la humanidad, conversando dulcemente con Cristo. Y envuelto y absorbido en Dios. El entendimiento que yo tuve de las cosas divinas, se convertía en repentino avivamiento, como si fuera, un dulce fuego en mi corazón, un ardor en mi alma, eso no se como expresarlo.


Fuente: Memorias de Jonathan Edwards

26 de agosto de 2010

Vale la pena seguir a Dios


Vivimos en un mundo facilista, todo lo queremos rápido y con el menor esfuerzo posible y cuando las cosas se complican y demandan esfuerzo y sacrificio, las abandonamos. Esto lo aplicamos en todas las áreas incluyendo la espiritual. Sin embargo, Dios no prometió que sería fácil, pero si, que valdría la pena. Y vale la pena seguir a Dios, vale la pena buscar hacer su voluntad, vale la pena servirle. Tal vez no llegues a ser rico ni famoso, pero te garantizo, que reinará en tu corazón la paz y al final del camino, cuando mires atrás, verás que valió la pena.

Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Ro. 5:2

Escrito por Rocio Salazar

22 de agosto de 2010

Dios se mueve de manera misteriosa



Dios se mueve de una manera misteriosa
para realizar sus maravillas;
planta sus huellas en el mar
y cabalga sobre la tormenta.

Santos temerosos, cobrad nuevo valor;
las nubes que tanto teméis
están hinchadas de misericordia y se abrirán
con bendiciones sobre vuestras cabezas.

No juzguéis al Señor con vuestros
débiles sentidos,
sino confiad en su gracia;
detrás de una providencia de ceño fruncido
Él esconde un rostro sonriente.

Sus propósitos madurarán con rapidez,
abriéndose hora tras hora;
el capullo tendrá amargo sabor,
pero dulce será la flor.

William Cowper
"God moves in a mysterious way"

Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor! Salmo 27:14

Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ro:12-12

Por John Piper

18 de agosto de 2010

De la mano del Señor



El camino para subir la montaña con el Buen Pastor está abierto, a veces nos parece imposible, pero el viaje empieza con el primer paso, así que pongamos nuestra mano firmemente en la de El y subamos. El nos lleva a aguas de reposo, a pastos verdes, restaura nuestra alma a medida que subimos y si caemos, no es fatal porque El nos recoge, nos pone en pie de nuevo y nos ánima con Su amor y cuando el camino sea difícil nos lleva en Sus brazos. La condición es que lo hagamos con un corazón limpio. En el valle la vista es muy diferente a la de la montaña. Allí veremos con más sabiduría y la revelación será más profunda, a medida que confiamos en Su amor, nuestro amor crecerá, nuestro corazón será más compasivo y dispuesto a ayudar a otros en el camino. Subamos, vamos a los lugares altos de la mano del Pastor, pasemos tiempo con El allí y dejemos que Su amor nos ministre, sane, y nos prepare para bajar al valle y ser testigos de Su gloria y tener la fortaleza y sabiduría para trabajar en la extensión de Su Reino.

¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño. Salmo 24:3-4

Fuente: Escrito por Rocio Salazar amoreterno.org

15 de agosto de 2010

Con quién estás corriendo?


En esta carrera que cada uno de nosotros corre mientras pasan los años de nuestra vida, muchas veces tropezamos, caemos, sentimos dolor, sufrimientos, frustraciones, temor a seguir adelante, y en ocasiones hasta deseos de darnos por vencidos y no continuar hacia la meta. El apóstol Pablo, al igual que cada uno de nosotros, sufrió y padeció, pero nunca desistió en su empeño de seguir adelante. En su carta a los filipenses, Pablo los exhorta a no desanimarse ante las dificultades diciéndoles: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3:13-14.

El autor de la carta a los Hebreos nos alienta a correr la carrera de la fe y a perseverar hasta el fin siguiendo el ejemplo de aquellos que han ido antes que nosotros. La clave en el éxito de aquellos hombres y mujeres fue la fe. Dice Hebreos 11:1-2: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos”. Tener fe en Dios, confiar en el Señor y su fuerza nos llevará al final de la carrera, a pesar de las dificultades que encontremos en el camino. Jesús dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” Juan 16:33. Sólo tenemos que confiar. Cristo nos llevará a la meta, porque él ya corrió esta carrera. El sufrió, fue humillado, avergonzado y torturado, pero llegó a la meta obteniendo la más resonante victoria que se haya producido en toda la historia de la humanidad... “y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

Por todo esto debemos correr nuestra carrera con “los ojos puestos en Jesús”. Nuestros esfuerzos no son suficientes. Separados de él, dice Jesús, nada podemos hacer. El es quien nos capacita, nos da la fuerza, la sabiduría, el valor y la persistencia para correr esta carrera exitosamente. Decide hoy cambiar tu estrategia. No continúes corriendo tú solo. Apóyate en Jesús. Busca su rostro diariamente en oración, medita en su palabra, cede a él el control de tu vida. El te llevará hasta la meta que Dios tiene preparada para ti.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Hebreos 12:1-2

Fuente: Dios te habla

Fuente 2: Predica Alcanzar a Cristo por Diego Cardona

13 de agosto de 2010

Glorificar y disfrutar a Dios


Para entender lo que el “cielo” significa, debemos imaginarnos a nosotros mismos perfectamente enamorados de Dios – embriagados, sumergidos, disueltos por esa delicia que, lejos de permanecer reprimida en nosotros… fluye de nosotros incesantemente, una y otra vez en una expresión perfecta y natural. El catecismo escocés dice que el fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de él para siempre. Pero entonces sabremos que ambos son lo mismo. Para estar totalmente gozoso hay que glorificar dirigidos a glorificarlo a El. Dios nos está invitando a disfrutar de él. - C.S. Lewis.


Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso. 1 Pedro 1:8


Señor mi Dios, con todo el corazón te alabaré, y por siempre glorificaré tu nombre. Salmo 86:12