31 de mayo de 2009

Dios te habla… (parte 13)



Mis rayos de luz pasan a través de ti sanando tu cuerpo, tus asuntos y todo aquello que te rodea. Yo soy el que va delante de ti, no te dejaré ni te desampararé. No temas ni te desanimes, confía en mi con todo tu corazón y no descanses en tu propio discernimiento. En todas tus cosas reconóceme a mi y yo guiaré tu camino. Yo soy el apoyo en el cual te puedes recostar con toda fe y confiar que vas a recibir todo lo que sea necesario para tu satisfacción.

Yo soy la eterna fuente inagotable de todo bien. Acude a mi y deja que mi bien fluya hacia a ti sin limites. Porque yo sé de que cosas tienes necesidad antes de que las pidas. A mi me place darte esas cosas. No tienes que luchar, pelear, rogar ni suplicar. Son tuyas porque tu eres mio, son tuyas por derecho de herencia divina. El llanto puede durar una noche pero al amanecer vendrá la alegría.

Hay lecciones que solamente se pueden aprender a través de las lagrimas, estas lavan tus ojos de manera tal que puedas ver con mayor claridad. De las lagrimas surge el gozo, no el gozo que conoce el mundo, sino del gozo que emana de la seguridad de mi presencia. Mirad que yo estoy contigo y yo te cuidaré en todo lugar donde quiera que tu vayas. Te encontraré como encontré a Jacob. Donde sea necesario. No importa donde estés o a lo que te puedas enfrentar, te prometo mi protección y guía. Mirad estoy más cerca que tu aliento, mas próximo que tus manos y que tus pies.

Deja que tus sentidos sean instrumentos para conocerme, dame tu corazón. Deja que tus oídos escuchen mi voz. Deja que tus ojos observen mis caminos. Mírame a mi en la belleza y en los colores de la naturaleza. El amanecer, el arco iris, en los rostros sonrientes de los niños al jugar. Escúchame a mi en el trueno poderoso, en el rugir de las olas del mar, en el viento por encima de los árboles mas altos y en la quietud de tu mente y tu corazón.

Saboréame en la suculencia de una fruta madura, en el polvo de una tormenta en el desierto, en tus sueños, yo soy el deseo mas profundo de tu corazón. Percíbeme en la fragancia de las flores, en la dulzura del aire después de una lluvia, en la sal del aire del océano, en los pinos del bosque, en la hierba recién cortada o en la cocina del hogar. Tócame en la suavidad de la piel de un recién nacido, siénteme cuando sostienes con firmeza la mano de un anciano. Búscame en todas partes.

2 comentarios:

Kenson González dijo...

Impresionante. Dios nos habla a cada instante y en cualquier lugar. Bendiciones

Anónimo dijo...

Sus publicaciones son muy edificantes y alentadoras para mí. Que Dios la siga usando grandemente.
Bendiciones!