24 de mayo de 2010

Narración Personal de Jonathan Edwards


Caminé solo en los pastos de mi padre, por un lugar solitario para tener un tiempo de contemplación. Y al ir caminando allí, y mirando hacia el cielo y las nubes, me vino a la mente una dulce sensación de la gloriosa majestad y gracia de Dios que no sé cómo expresar. Me pareció ver ambas en una dulce unión; majestad y mansedumbre unidas, fue dulce y apacible, y santa también; y una inmensa dulzura, una nobleza alta, grande y santa.


El aspecto de todo quedó alterado: Parecía que había ahí una calma, una dulce mirada o apariencia de la gloria divina, sobre casi todas las cosas. La excelencia de Dios, su sabiduría, su pureza y su amor, parecían estar en todo: en el sol, la luna, y las estrellas; en las nubes y en el cielo azul, en la hierba, las flores, y los árboles, en el agua y en toda la naturaleza... que se me quedaba grabada por largo tiempo en la mente. Frecuentemente me sentaba a contemplar la luna durante largo tiempo, y en el día pasaba mucho rato mirando las nubes y el cielo, para contemplar la dulce gloria de Dios en estas cosas; mientras tanto, iba cantando en voz baja mis meditaciones del Creador y Redentor.

Fuente: Personal Narrative de Jonathan Edwards.

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