3 de marzo de 2009

El placer de una vida sencilla


No entendamos la vida como una carrera, sino como un viaje que disfrutamos a cada momento.

Un empresario estadounidense se encontraba en México, en el muelle de un pueblecito costero. En ese momento atracó un bote en el que venía remando un pescador. En el interior de la embarcación había varios ejemplares de atún de gran tamaño. El forastero elogió al mexicano por la calidad de su pescado. Seguidamente le preguntó cuánto tiempo le tomó pescarlos.

-Un ratito, señor -repuso el pescador.

El estadounidense le preguntó por qué no se quedó más tiempo para capturar una cantidad mayor.

El pescador respondió que con aquello le bastaba para ganarse el sustento y atender a las necesidades inmediatas de su familia.

El visitante replicó:

-¿Y qué hace usted el resto del tiempo?

-Verá usted, señor -respondió el pescador-: Me levanto tarde. Voy a pescar un rato. Después juego un rato con mis hijos. Me duermo una siesta con mi esposa María. En la noche voy a pasear al pueblo. Allí tomo vino y toco la guitarra con mis amigos. Estoy muy ocupado todo el día, señor.

El gringo añadió con tono burlón:

-Yo podría ayudarlo. Soy licenciado en administración de empresas por la Universidad de Harvard. Usted debería dedicar más tiempo a la pesca, y con las ganancias compraría una embarcación más grande. Con esas ganancias y teniendo un bote más grande podría comprar varias embarcaciones. Con el tiempo llegaría a tener una flota de barcos pesqueros. En vez de vender a un intermediario, lo haría directamente a una empresa conservera, y al final llegaría a ser dueño de una fábrica de productos enlatados. Usted tendría en sus manos el envasado y la distribución del producto. Entonces, tendría que mudarse de este pueblito costero a la ciudad de México, luego a Los Ángeles y, a la larga a Nueva York. Desde allí dirigiría su empresa en expansión.

-Pero, señor, ¿cuánto tiempo llevaría todo eso?

-Quince o veinte años.

-Y después, ¿qué haría yo?

El estadounidense se rió antes de responder:

-Esa es la mejor parte. Cuando llegue el momento ideal, vendería las acciones de su compañía y se haría muy rico. Ganaría millones de dólares.

-¿Dice usted millones, señor? ¿Y luego qué?

-Usted se retiraría de los negocios y se mudaría a un pueblito costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, dormir la siesta con su esposa María y pasear por las noches en el pueblo. Allí tomaría vino y tocaría la guitarra con sus amigos.

No vayamos con tanta prisa por la vida. No solo podríamos olvidar de dónde venimos, sino también a dónde vamos.

Decía Lutero que la meta principal en la vida es amar a Dios y disfrutar de Él por la eternidad. Y yo añadiría: ayudar al prójimo a disfrutar de ella hablándole del amor de Dios y de la vida tan dichosa que Él nos da. David Brandt Berg.

Fuente: www.lafamilia.org


1 comentario:

Ana María Fabio / Araunapeka dijo...

Hola, cómo has estado, vine a visitarte y me encuentro esta linda historia que encierra una verdad increible. Cómo ven la vida algunas personas y cómo la ven otras. Ayer vi un tremendo crucero hermoso aparcado en Valparaíso,un puero importante de Chile, y dije vaya!! que bueno debe ser tener dinero para ir ahi, luego miré a mi alrededor y vi que yo estaba sentada frente al mar en un lindo restoran, con mi hermana Dora, y mi hermano Víctor, estabamos contentos, comiendo rico, mirando un lobo marino que jugaba en la orilla, a lo lejos el crucero. Y pensé nuevamente, no cambio esto por nada. Me sentía muy en paz y feliz, qué mas desear???
tu historia me recordó que aveces deseamos grandes cosas, siendo que las pequeñas y sencillas ya nos dan toda la felicidad que necesitamos. Me quedo con lo que has puesto, la gente necesita saber de Dios.
Un abrazo Amiga, Dios te Bendiga mucho.