Desde ese momento comencé a tener una nueva clase de comprensión e ideas de Cristo, y la obra de redención, y el camino glorioso de la salvación por medio de Él. Un sentimiento interno, dulce de estas cosas, por momentos, venía a mi corazón; y mi alma era conducida lejos en visiones placenteras y de contemplación. Y mi mente estaba grandemente comprometida a pasar mi tiempo en la lectura y meditación acerca de Cristo, en la belleza y excelencia de su persona, y la amorosa forma de salvación por la gratuita gracia en Él.
Y encontré de tiempo en tiempo una dulzura interior que me elevaba en mis contemplaciones. Esto yo no sé cómo expresarlo de otra manera, que como una quieta y dulce abstracción del alma de todas las preocupaciones de este mundo; y algunas veces una especie de visión, o ideas e imaginaciones de estar solo en las montañas, o en algún paraje solitario, lejos de toda la humanidad, conversando dulcemente con Cristo. Y envuelto y absorbido en Dios. El entendimiento que yo tuve de las cosas divinas, se convertía en repentino avivamiento, como si fuera, un dulce fuego en mi corazón, un ardor en mi alma, eso no se como expresarlo.
Fuente: Memorias de Jonathan Edwards
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