Hoy quiero esperar ante Dios para que él llene mi mente de la verdad y de las cosas que son útiles para decir.
No podemos hablar todo el tiempo sin decir cosas de las cuales tenemos que lamentarnos después. Hablamos demasiado de nosotros mismo o de otros. Nuestras palabras corroen y contaminan o agravian a nuestros amigos.
Hoy quiero entender este peligro. Cuando las palabras son muchas el pecado no está ausente. San Agustín dijo: "Me asusta un grande asunto. Soy demasiado parlanchín y debo aprender a estar silencioso ante Dios. Pedirle a él que me llene de las palabras sabias. Es en el silencio que Dios me dará algo para decir. El me enseñará a hablar".
Jesús oyó y vio muchas cosas, pero él nunca profirió una palabra por si mismo. El dijo: "Yo hablo lo que el Padre me ha dicho que diga". Juan 12:50.
Cuando los fariseos llegaron a él con una mujer sorprendida en el acto del adulterio, él no contestó la pregunta de ellos inmediatamente, pero rodilla en tierra por un momento escribió algo en tierra. Acaso esperaba oír a Dios para saber que decir? Es probable.
Hoy quiero aprender del Salvador y Señor Jesús quién supo guardar silencio y solo hablar lo que de ti había recibido. Gracias Señor. Hoy quiero honrarte con mi manera de hablar. Amén.
Fuente: Dr. Serafín Contreras Galeano.
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