20 de octubre de 2013

Un gesto de amor


Llovía fuerte y era de noche, cuando Renato se dio cuenta que una señora, de avanzada edad, estaba con su coche parado al costado de la carretera necesitando ayuda. Así que, inmediatamente, detuvo su vehículo y se acercó. La señora pensó, que podía tratarse de un ladrón, pues él no inspiraba confianza, tenía el aspecto de un hombre pobre y hambriento. Renato rápidamente percibió el temor de la mujer y le dijo: “Estoy aquí para ayudarla, no se preocupe. ¿Por qué no entra a su auto mientras lo reviso? Le extendió la mano y le dijo: un gusto, mi nombre es Renato”.

Al inspeccionar lo que pasaba, inmediatamente se dio cuenta, que la rueda estaba pinchada entonces se agachó, colocó el gato mecánico, levantó el coche, cambió la rueda y cuando estaba en la tarea de apretar las tuercas, ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que sólo estaba de paso por allí y de lo agradecida que estaba por su valiosa ayuda. Renato apenas sonrió mientras se levantaba. Ella le preguntó cuánto le debía, reflexionando íntimamente en todas las cosas terribles que podían haber pasado si él no se hubiese detenido para socorrerla. Renato era un hombre que no pensaba en el dinero, le gustaba ayudar a las personas. Este era su modo de vivir. Y le respondió: “Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que se encuentre con alguien que tiene una necesidad, bríndele a esa persona la ayuda que necesite y en dicho momento, acuérdese de mí”.

Después de andar algunos kilómetros, bajo una lluvia torrencial, la anciana decidió parar en un pequeño restaurante al costado del camino. Rápidamente se le acercó una camarera quien le trajo una toalla limpia para que pudiera secar su cabello. La señora notó que la joven que la atendía, estaba con casi ocho meses de embarazo, pero a pesar de eso, tenía una muy buena actitud de amoroso servicio. Esto despertó la curiosidad de la señora, quien se preguntó, ¿cuál será la razón, para que ésta joven que no me conoce, me trate tan bien? En ese instante vino a su mente la imagen de Renato y lo bien que él había procedido con ella.

Al terminar de comer, y mientras la camarera buscaba el cambio, la señora se retiró. Cuando la joven volvió, ya no la encontró y mientras empezaba a preparar la mesa para el próximo cliente, encontró una nota en la servilleta y 4 billetes de 1.000 euros. Entre sorprendida y conmovida por semejante generosidad, sus lágrimas comenzaron a bañar sus ojos, mientras leía lo que la señora tiernamente le había escrito: “Hoy tuve un problema y alguien me ayudó, de la misma forma yo quiero ayudarte a tí. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda también a alguien más y acuérdate de mí”.

Aquella noche, la joven llegó a su casa cansada, después de un largo día de trabajo, se acostó y mientras observaba a su esposo quien ya se había dormido, se quedó pensando en el dinero, en las palabras que le había escrito la señora y en lo bien que les venía este regalo, porque el nacimiento de su hijo sería aproximadamente en un mes. Se dibujó en su rostro una gran sonrisa, agradeció a Dios, se volvió hacia su esposo que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurró: -Todo estará bien: ¡Te Amo Renato!

Esta es la actitud que deberíamos tener todas las personas que hemos recibido a Jesús en nuestro corazón, como nuestro único Señor y Salvador, porque aún enfrentando momentos difíciles en nuestras vidas, deberíamos tener una sonrisa en nuestros labios y paz en nuestros corazones, porque Dios prometió estar con nosotros todos los días de nuestras vidas y jamás desampararnos.

Jamás olvidemos que todo lo que damos, vuelve a nosotros. Si sembramos el bien, eso mismo recogeremos.

Brisna Bustamante

3 de octubre de 2013

Agente de Paz


Cuenta una historia que dos hermanos vivieron juntos y en armonía por muchos años pero un día comenzó un pequeño malentendido que fue creciendo.
Si bien los hermanos vivían en granjas separadas, durante cuarenta años habían cultivado juntos, compartido maquinaria e intercambiado productos, eran un gran equipo juntos. Lamentablemente, esto se vio afectado cuando un buen día el conflicto terminó en una explosión de palabras seguidas de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta del hermano mayor. Era un carpintero que estaba buscando trabajo.
-Tengo un trabajo para usted, afirmó el hermano mayor. Al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nuestras granjas. Él pudo haber hecho eso para enfurecerme, pero le voy a hacer algo mejor. ¿Ve aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más.
Acto seguido, el hermano mayor ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y se fue al pueblo a buscar provisiones.
Al volver el granjero quedó atónito. No había ninguna cerca de dos metros; en su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una fina pieza de arte con todo y pasamanos.
En ese momento, el hermano menor vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo:
-Eres una gran persona, construir este hermoso puente después de todo lo que he hecho y dicho.
Mientras se reconciliaban se dieron cuenta de que el carpintero estaba tomando sus herramientas y se marchaba.
-No, espera, dijo el hermano mayor, no puedes irte, tengo muchos proyectos para ti.
-Me gustaría quedarme, dijo el carpintero, pero tengo muchos puentes por construir.
Muchas veces permitimos que los malos entendidos nos separen de la gente que amamos, permitimos que el orgullo sea quien domine nuestras acciones y algo que podía arreglarse rápidamente se transforma en años de enfrentamientos y separación.
Nosotros estamos llamados a ser agentes de paz, a amar a nuestro prójimo, a perdonar las ofensas, sin importar quién se equivocó.
Así como el carpintero hizo del puente una obra de arte con los desechos de madera que tenía, nosotros debemos hacer nuestro mejor esfuerzo por reconstruir los lazos que nos acercan a las personas que amamos. No basta con un intento, hay que hacer lo mejor que podamos con lo que tenemos a nuestro alcance.
Recuerda que el rencor hace más daño a la persona que lo siente que a aquella que pudo generar la situación que causó ese sentimiento. Perdona, no permitas que en tu corazón eche raíces la amargura.
Por el contrario, sean buenos y compasivos los unos con los otros, y perdónense, así como Dios los perdonó a ustedes por medio de Cristo. Efesios 4:32
Ana María Frege Issa