30 de abril de 2010

La decisión



Todo está en silencio. Es temprano. Mi café está caliente. El cielo aún está negro. El mundo sigue durmiendo, el día se aproxima. En pocos momentos llegará el día. Se acercará rugiendo por la vía al levantarse el sol. La quietud de la madrugada, se tornará en el ruido del día. La calma de la soledad se reemplazará por el golpeteo rítmico del paso de la raza humana.

Al refugio de la temprana mañana, lo invadirán las decisiones que deban tomarse y las obligaciones que deban cumplirse. Durante las próximas doce horas quedaré expuesto a las exigencias del día. Ahora es el momento en que debo tomar una decisión. Por causa del Calvario, tengo la libertad de decidir. Así que decido.

Elijo el amor...

Ninguna ocasión justifica el odio; ninguna injusticia autoriza la amargura. Elijo el amor. Hoy amaré a Dios y lo que Dios ama. Elijo el gozo... Invitaré a mi Dios para ser el Dios de la circunstancia. Rehusaré la tentación de ser cínico... la herramienta del pensador perezoso.

Rehusaré considerar a las personas como menos que seres humanos, creados por Dios. Rehusaré ver en los problemas algo menos que una oportunidad de ver a Dios. Elijo la paz... Viviré habiendo sido perdonado. Perdonaré para que pueda vivir. Elijo la paciencia... Pasaré por alto los inconvenientes del mundo.

En lugar de maldecir al que ocupa el sitio que me corresponde, lo invitaré para que así lo haga en lugar de quejarme porque la espera es demasiado larga, agradeceré a Dios por un momento para orar. En lugar de cerrar mi puño ante nuevas tareas asignadas, las encararé con gozo y valor.

Elijo la amabilidad... seré amable con los pobres, pues están solos. Amable con los ricos, pues tienen temor. Y amable con los malvados, pues de tal manera me ha tratado Dios.

Elijo la bondad... Prefiero estar sin un peso, antes que aceptar uno de manera deshonesta. Prefiero ser ignorado antes que jactarme. Prefiero confesar antes que acusar.

Elijo la fidelidad... Hoy guardaré mis promesas. Mis acreedores no se lamentarán de su confianza. Mis asociados no cuestionarán mi palabra. Mis hijos nunca tendrán temor de que su padre no regrese a casa.

Elijo la mansedumbre... Nada se gana por la fuerza. Elijo ser manso. Si levanto mi voz, que sólo sea en alabanza. Si cierro mi puño, que sólo sea en oración. Si hago exigencias, que sólo sean a mí mismo. Elijo el dominio propio... Soy un ser espiritual.

Luego de que haya muerto éste cuerpo, mi espíritu remontará vuelo. Me niego a permitir que lo que se va a podrir, gobierne lo eterno. Elijo el dominio propio, sólo me emborracharé de gozo. Sólo me apasionará mi Fe. Sólo Dios ejercerá influencia sobre mí.

Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio. A éstos encomiendo mi día. Si tengo éxito daré gracias. Si fallo, buscaré su gracia. Y luego cuando éste día haya acabado, pondré mi cabeza sobre la almohada y descansaré.

Fuente: Tomado del libro Cuando Dios susurra tu nombre de Max Lucado.

22 de abril de 2010

Pedí a Dios



Pedí a Dios fuerzas para alcanzar el éxito, y me hizo débil para obedecer con humildad.

Pedí a Dios salud para hacer cosas grandes, y me hizo frágil para hacer cosas mejores.

Pedí riquezas para ser feliz, y me dio pobreza para hacerme sabio.

Pedí poder para obtener elogio de los hombres, y me dio debilidad para sentir la necesidad de Dios.

Pedí todas las cosas para disfrutar de la vida, y me dio vida para disfrutar de todas las cosas.

No recibí nada de lo que pedí, pero todo lo que había esperado.

Casi a pesar de mí, obtuve lo que pedí sin expresarlo y soy entre los hombres el más abundantemente bendecido.

Fuente: Un soldado de la Confederación de Oración http://www.historyaddict.com/CSPrayer

Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Mateo 6:33.

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Colosenses 3:23

Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Salmo 37:4

21 de abril de 2010

El mundo necesita


Hombres y mujeres que no puedan ser comprados; cuya palabra sea su garantía; que pongan su carácter por encima de su riqueza; que posean opiniones y voluntad para el bien común; que sean más grandes que sus vocaciones; que no vacilen en correr riesgos; que no pierdan su individualidad en medio de la multitud; que sean tan honrados en las cosas pequeñas como en las grandes; que no transijan con lo malo; que no se avergüencen ni tengan temor de defender la verdad, aunque sea impopular, que puedan decir "No" con énfasis, aunque el resto del mundo diga "Si"; que no digan que ellos lo hacen "porque todos los demás lo hacen". Que sean leales a sus amigos, cuando reciben buenos o malos informes de ellos, tanto en la adversidad como en la prosperidad; que no crean que la astucia, el disimulo y la terquedad son las mejores cualidades para alcanzar el éxito. El mundo necesita hombres y mujeres que aman a Dios y le siguen. Anónimo.

17 de abril de 2010

Puede el hombre vivir sin Dios?


Contrario a lo que han afirmado los ateos, estetas, y epicúreos a través de los siglos, el hombre no puede vivir sin Dios. El hombre puede tener una existencia mortal sin reconocer a Dios, pero no sin Dios.

Como el Creador, Dios originó la vida humana. Decir que el hombre existe independientemente de Dios, es como decir que un reloj puede existir sin un relojero que lo fabricara, o que un escrito pueda existir sin un escritor. Debemos nuestra existencia al Dios a cuya imagen fuimos hechos. (Génesis 1:27). Nuestra existencia depende de Dios, ya sea que reconozcamos Su existencia o no.

Como el Sustentador, Dios continuamente confiere vida (Salmo 104:10-32). Él es la Vida (Juan 14:6), y toda la creación subsiste por el poder de Cristo (Colosenses 1:17) Aún aquellos que rechazan a Dios, reciben su sustento de Él: “que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. (Mateo 5:45) Pensar que el hombre pueda vivir sin Dios es suponer que un girasol pueda vivir sin luz o una rosa sin agua.

Como el Salvador, Dios da vida eterna a aquellos que creen. En Cristo hay vida, quien es la luz de los hombres (Juan 1:4). Jesús vino para que pudiéramos tener vida en abundancia (Juan 10:10). A todos los que ponen su confianza en Él, se les ha prometido vivir una eternidad con Él (Juan 3:15-16). Para que el hombre viva “realmente viva” debe conocer a Cristo (Juan 17:3).

Sin Dios, el hombre solo tiene una vida física. Dios les advirtió a Adán y Eva, que el día que ellos lo rechazaran, ciertamente morirían (Génesis 2:17). Como sabemos, ellos sí desobedecieron, pero no murieron físicamente ese día; sino que murieron espiritualmente. Algo dentro de ellos murió, la vida espiritual que habían conocido, la comunión con Dios, la libertad de gozar de Su presencia, la inocencia y pureza de sus almas.

Hay algunos que rechazan a Dios cuyas vidas están llenas de alegría y diversión. Su búsqueda carnal parece haber producido una existencia gratificante. La Biblia dice que hay cierta medida de deleite que se obtiene del pecado (Hebreos 11:26). El problema es, que éste es temporal; la vida en este mundo es corta (Salmo 90:3-12). Tarde o temprano, el hedonista, como en la parábola del hijo pródigo, encuentra que el placer mundano es insostenible (Lucas 15:13-15).

Sin embargo, no todo el que rechaza a Dios es un libertino. Hay mucha gente no salva, que aún así viven vidas sobrias y disciplinadas, vidas plenas y felices. La Biblia presenta ciertos principios morales, que benefician a todos en este mundo: fidelidad, honestidad, autocontrol, etc. Proverbios 22:3 es un ejemplo de tal verdad general. Pero, de nuevo, el problema es que, sin Dios, el hombre solo tiene este mundo. Pasar por esta vida tranquilamente no es garantía de que estemos listos para la vida después de ésta. Ver la parábola del agricultor rico en Lucas 12:16-21, y el encuentro de Jesús con el joven rico en Mateo 19:16-23.

Sin Dios, el hombre está incompleto, aún en su vida mortal. Thomas Merton remarcó que el hombre no está en paz con sus semejantes, porque no está en paz consigo mismo, y que él está inquieto consigo mismo, porque no tiene paz con Dios.

La búsqueda del placer por el placer mismo, es señal de confusión interior, sin embargo, ésta es la fachada epicúrea de felicidad. Los buscadores de placeres a través de la historia, han encontrado una y otra vez que las diversiones temporales de la vida dan paso a una desesperación más profunda. Es difícil sacudirse la fastidiosa sensación de que algo está mal. El rey Salomón se entregó a la búsqueda de todo lo que este mundo tiene que ofrecer, y escribió sus resultados en el libro de Eclesiastés.

Salomón descubrió que el conocimiento, por sí mismo, es vano (Eclesiastés 1:12,18). Encontró que el placer y la riqueza son vanas (2:1-11), el materialismo es vanidad (2:12-23), y las riquezas son efímeras (capítulo 6).

Salomón concluyó que la vida es regalo de Dios (Ec. 3:12-13) y que la única manera sabia de vivir es en obediencia a Dios: El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda Sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. (Ec.12:13-14).

En otras palabras, hay más por qué vivir que la dimensión física. Jesús enfatizó este punto cuando dijo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (Mateo 4:4). No es el pan (material) sino la Palabra (el espiritual) lo que nos mantiene vivos. Blaise Pascal lo puso de esta manera: “Es en vano, oh hombres, que busquen dentro de ustedes mismos la cura para todas sus miserias”. El hombre solo puede encontrar vida y plenitud cuando reconoce a Dios.

El hombre es una creación única. Dios ha puesto el sentido de la eternidad en nuestros corazones (Eclesiastés 3:11), y ese sentido del destino eterno solo puede encontrar su realización en Dios Mismo.

Fuente: www.ungidos.com